La vitamina D es una prohormona que se obtiene tanto de la dieta como de la piel, donde se genera a partir del 7-dehidrocolesterol mediante la acción de la luz ultravioleta. Una vez en el cuerpo, la vitamina D se transporta al hígado, donde se convierte en 25(OH)D3, y luego en los riñones se transforma en su forma activa, 1,25(OH)2D3 (calcitriol). Esta forma activa de la vitamina D circula por el cuerpo, transportada por una proteína llamada 1-globulina (DBP), y llega a sus órganos objetivo, principalmente el intestino, los riñones y los huesos.

El sistema endocrino de la vitamina D está regulado a través de varios factores, como la hormona paratiroidea, la concentración de calcio y fosfato en sangre, y el propio calcitriol. Este sistema es fundamental para la mineralización ósea, ya que facilita la absorción de calcio y fosfato en el intestino, su metabolismo en los huesos y su reabsorción renal. La vitamina D también juega un papel crucial en muchos otros tejidos del cuerpo, como el sistema inmune, el sistema reproductivo, los músculos, y el cerebro, donde el receptor de vitamina D (VDR) permite que la hormona ejerza sus efectos.

El 1,25(OH)2D3 ejerce sus efectos de manera tanto genómica como no genómica. A través de la acción genómica, se une al VDR en el núcleo celular y regula la transcripción de genes involucrados en procesos como la absorción de calcio. En cuanto al mecanismo no genómico, el 1,25(OH)2D3 activa vías de señalización celular rápidas, generando flujos de calcio y activando quinasas citosólicas que modulan funciones celulares en segundos a minutos.

La acción de la vitamina D también se extiende a la prevención y tratamiento del cáncer. Investigaciones epidemiológicas han mostrado que los niveles bajos de vitamina D se asocian con un mayor riesgo de varios tipos de cáncer, como el cáncer de colon, mama y próstata. El 1,25(OH)2D3 regula la expresión de más de 60 genes que favorecen la diferenciación, inhiben la proliferación y previenen las metástasis de las células cancerosas.

La vitamina D y sus análogos tienen un efecto importante en la regulación de la proliferación celular y la diferenciación. En estudios preclínicos, se ha demostrado que la vitamina D y sus derivados inhiben la proliferación de células tumorales y promueven su diferenciación. Estos efectos varían según el tipo de célula, y en algunos casos, la hormona induce apoptosis (muerte celular programada).

La administración de vitamina D y sus análogos ha mostrado resultados prometedores en modelos animales, especialmente en cánceres de mama, próstata y colon. Los análogos sintéticos de vitamina D, que presentan menor actividad calcémica, pueden ofrecer una terapia más segura y efectiva para el tratamiento del cáncer, al reducir los efectos secundarios como la hipercalcemia.

En resumen, la vitamina D juega un papel esencial no solo en la homeostasis ósea, sino también en la regulación del crecimiento celular, la diferenciación y la prevención del cáncer. Los estudios en modelos animales y los ensayos clínicos continúan investigando la viabilidad de utilizar análogos de la vitamina D como tratamientos efectivos y seguros para el cáncer.